Unidad curricular:
Sociología de la Educación
Fecha:
18/11/2018
Profesores:
Ezequiel Gómez Caride y Fernando André
Discurso sobre la importancia de la Sociología en la formación docente.
Buenos días a
todos los aquí presentes. Estimados legisladores de la Comisión de Educación de
Buenos Aires y miembros del Instituto Nacional de Formación Docente; les
agradezco genuinamente la invitación a participar de esta jornada de consultas
para la modernización de las carreras de formación docente inicial.
Estoy orgullosa de poder decirles que me he formado
para ser docente con un enfoque de aptitudes, y con un modelo de Aprendizaje
Inclusivo y Efectivo.
Pero no voy a detenerme en ello porque creo que ya está
encaminado ese aspecto. En cambio, me gustaría hacer hincapié en una cuestión
diferente, pero imprescindible -creo yo- para lograr una formación por
competencias efectiva. Me refiero a la Sociología; el estudio de las sociedades
humanas y de los fenómenos que ocurren en ellas.
Estaremos de
acuerdo en que, si bien algunas prioridades han cambiado, la sociología no es
una prioridad como parte integral de la educación.
Quizás algunos -o muchos- de ustedes no entiendan
porqué hablo de esta ciencia cuando lo que se discute es una formación por
aptitudes. Se estarán preguntando: “¿de qué sirve la Sociología en el quehacer
docente?”.
Aunque no
parezca evidente, analizaremos la vocación de la Sociología para demostrar que
resulta insensato concebir una formación por aptitudes sin ella.
Imaginemos la siguiente situación (hipotética pero
realística):
Un niño tiene
dificultades para sostener la atención por largos períodos de tiempo. Esto
afecta su rendimiento académico ya que no concluye las evaluaciones y no
termina de comprender las consignas. Cuando se aburre, empieza a mover por el
aula, distrayendo así a los demás alumnos. La docente advierte esta situación e
informa a los directivos, que citan a los padres para pedirles que hagan un
psicodiagnóstico a su hijo. La psicopedagoga le diagnostica DAH, o Déficit de
Atención e Hiperactividad… ¿Cómo seguiría esta historia?
Algunos opinarán que lo mejor sería medicar al niño
para que pueda adaptarse a las exigencias de la escuela. O de no ser posible, que
debería derivarse la cuestión a un tercero especializado por no ser esa
responsabilidad parte de la función de la escuela.
Otros discutirían esa decisión diciendo que hay que
ponerse en el lugar del niño que está siendo oprimido por no alcanzar el standard
establecido de la mayoría; que hay que luchar por un cambio y brindarle
herramientas al alumno para defender sus derechos.
También podría
analizarse el diagnóstico, desnaturalizarlo y pensar que el trastorno no existe
en sí mismo, o al menos no se debe a una única causa biológica, debido a que
sólo es un problema cuando se expresa en la escuela; que, en cambio, fue
construido en la sociedad por diversos factores sociales y que basta con
cambiar el discurso de poder gubernamental para solucionar el problema.
¿Qué harían ustedes? Si la decisión estuviera en sus
manos, ¿cómo decidirían?
Les propongo recurrir
a la Sociología. Cada uno piense: ¿para qué sirve la escuela? ¿qué significa
educar? Yendo un poco más lejos, ¿cómo entendemos la sociedad? ¿Es un organismo
ordenado en funciones? ¿Es una lucha de clases constante? ¿Es una consecuencia
histórica de muchas condiciones de posibilidad?
Cuando
inspeccionemos nuestra creencia, comprenderemos nuestro accionar, porque allí
están nuestros fundamentos. Es por esto que sería necesario que un docente se
pregunte, como lo hacía Loris Malaguzzi, “¿cómo concibo al niño?”, y luego
reflexione sobre ello para corroborar que está siendo coherente con sus
valores.
Si creo que el
niño es un sujeto libre, ¿le enseño a decidir o lo obligo a elegir lo que a mí
me conviene? Si creo que el alumno tiene potencial, ¿le permito desplegarlo o
le marco el camino que tiene que seguir? Si creo que todos tienen capacidades
diferentes y únicas, ¿doy lugar a la diversidad o fomento la homogeneización?
Si creo que siempre todos pueden aprender, ¿busco lograrlo o me resigno con los
que no están motivados a hacerlo? … Esto es hacer sociología. Esta forma de
mirar las situaciones cotidianas, discerniendo las cuestiones morales y éticas
que se esconden detrás de cada cosa, es hacer sociología.
Es muy fácil
plantear utopías, pero es muy difícil llevarlas a la práctica. Esta ciencia nos
permite salvar esas distancias o, al menos, identificarlas. Como expresa el ya
mencionado Dubet (2012), “la sociología siempre pone en relieve la distancia
que media entra las representaciones y las realidades, entre los más elevados
principios y los hechos más banales; y dejar al desnudo esa distancia es en sí
una acción útil” (p. 11).
Comprenderán que
estamos hablando de un proceso meta-cognitivo: implica ser conscientes de
nuestra propia consciencia. Esta es una habilidad imprescindible, especialmente
en los procesos de aprendizaje. Porque, así como el mundo ha cambiado, la
escuela debería hacerlo. En nuestra sociedad moderna, ya no buscamos una
escuela que instruya y reproduzca información, porque cualquiera tiene acceso a
él con los medios de tecnología.
La formación por
aptitudes que queremos lograr significa enseñar un saber, un saber hacer, y un
saber ser. El alumno es el centro del aprendizaje y se convierte en
protagonista de su propio proceso, por lo cual es fundamental que pueda llevar
un registro del mismo. No basta con aprender; es necesario aprender a aprender.
Y los docentes, como los primeros alumnos, deben tener la iniciativa de
autoevaluarse para conocerse constantemente a sí mismos. La sociología brinda
las herramientas necesarias para profundizar ese análisis.
De esta manera,
podríamos decir que todas las personas necesitan estudiar Sociología. Pero hay
una razón -que jamás debe ser ignorada- por la cual pido este tipo de formación
para los docentes, especialmente. Explica Alliaud (2017), que la enseñanza es
un oficio “cuyo centro de actuación está en las almas de otros. La
transformación de las personas en algo distinto a lo que eran, es su destino. Y
así la enseñanza deviene en producción y los que enseñan, en productores o
transformadores de otros (…). No es lo mismo accionar o no (con otros y sobre
otros) como tampoco hacerlo de cualquier manera” (p. 35).
Un docente toma
muchas decisiones en su quehacer diario. “Es fundamental que se pregunte: ¿cuál
es la mejor manera de abordar esta situación en este momento?” (UCA, 2017).
Porque muchas personas podrán pararse al frente y dictar una clase; pero no
cualquiera logrará que un alumno se transforme en algo que antes no era. Para
ser consciente de ellos, se necesita una formación inicial que brinde una base
de reflexión sociológica. Esto hará la diferencia para que el docente pueda
manejar más eficazmente los recursos y así respaldar los objetivos de
aprendizaje.
Por ejemplo, reconocer la función socializadora de la
escuela permitiría identificar la importancia de desarrollar en los individuos
las habilidades y actitudes que constituyan los requisitos esenciales para su
futuro desenvolvimiento en la vida (Parsons, 1959).
Si no se creyera que la
escuela prepara a los alumnos para la vida, no se le daría importancia a una
educación integral que enseñe los valores necesarios para vivir en sociedad, y
se limitaría a transmitir contenidos científicos.
Asimismo, reconocer la educación como un hecho
construido en la interacción social, permitiría ver la crítica como una
oportunidad de mejorar, al desnaturalizar todo aquello que pierde sentido en el
contexto actual (Pineau, 2001), (como es el caso de la inmovilización de los
cuerpos para privilegiar los procesos intelectuales).
Sin la postura reflexiva
que facilita la Sociología, es muy fácil ignorar los habitus o matrices
incorporadas inconscientemente (Meo, 2013) así como ser víctimas de las
narrativas salvíficas y creencias en recetas que prometan cambios mágicos
(Gómez Caride, 2016). Uno dejaría actuar el poder gubernamental que orienta las
decisiones y acciones sin un análisis crítico.
Por otro lado, advertir que el capital a gestionar no
es simplemente económico, sino que se extiende a lo humano, dentro de lo cual
se encuentra lo cultural (Bourdieu y Passeron, 1994), explicaría la importancia
de tener en cuenta el contexto de los alumnos para relacionarlo con el contexto
del aula, estructurando el aprendizaje para atender a sus necesidades con las
rutinas adecuadas y actividades variadas (UCA, 2017).
Sin el análisis
sociológico, el docente no podría reconocer las presiones externas del
ambiente, o los cambios en relación con las distintas culturas (escolar y
juvenil), para tener en cuenta que los estudiantes buscan definir su identidad
equilibrando las exigencias de ambos mundos sociales (Meo, 2013).
Además, el docente podría comprender que los alumnos
también gestionan, por lo tanto, su función implica generar la motivación a los
alumnos para movilizar y aprovechar los diferentes tipos de capitales (recursos
económicos, sociales y culturales de los que disponen) que potencien su
aprendizaje.
Sin una comprensión
sociológica de ello, sería difícil poner en evidencia que, como la única y
verdadera motivación es intrínseca, es necesario explicitar los objetivos de
aprendizaje y fijar metas claras, de manera que quede claro cómo invertir
tiempo y esfuerzo tendría retribuciones.
Otro aspecto a gestionar es la autoridad docente.
Reconocer la diferencia con el autoritarismo, explicaría por qué los docentes
la construyen mejor si es desde el vínculo personal, al respetar a los alumnos
e ir más allá del prejuicio para acompañarlos.
Sin advertir
esta cuestión sociológica, un docente no se esforzaría por desarrollar una habilidad
emocional para tender “un puente que permita unir las generaciones y las
diferentes clases sociales de los docentes con los estudiantes” (Gómez Caride,
2016) y facilitar así el aprendizaje al hacer posible la transmisión cultural. Se
correría el riesgo de confundir la instrucción significativa con un disciplinamiento.
Para concluir, la Sociología es el medio por el cual
uno construye una representación de sí mismo para poder responder a ella. Permite
develar y criticar, entender el desarrollo de la racionalidad, e intervenir en
la formación de los actores. Una formación de este tipo es una inversión humana
que busca evitar la tragedia de la deshumanización, brindando las herramientas
necesarias para insertarse e intervenir en el mundo (Freire 1969). Si bien una educación
sin Sociología es posible, ¡cuánto más enriquecedor es incorporarla para
interiorizarla en el quehacer diario!
Les agradezco nuevamente la invitación, y les deseo lo
mejor. ¡Éxitos!
Bibliografía
Dubet, F.
(2012), “De la utilidad de la sociología”. ¿Para qué sirve realmente un
sociólogo? Capítulo 1, Buenos Aires: Siglo XXI. 2
Freire, P.
(1969) “Capítulo 2”. Pedagogía del Oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Pineau (2001)
"¿Por qué triunfó la escuela?", en Carusso, M., Dussel, I. y Pineau,
P. La escuela como máquina de educar. Tres escritos sobre un proyecto de la
modernidad. Buenos Aires: Paidós.
Gómez Caride, E.
(2016). "¿Buenos profesores? La voz de los estudiantes de escuelas
secundarias en contextos urbanos marginales". En: Pensamiento Educativo,
53(2).
Parsons, T. (1959)
"La clase escolar como sistema social"
Meo, A. I.
(2013). "Habitus escolar de estudiantes de clase media en escuelas
secundarias de la Ciudad de Buenos Aires". En: Revista de Política
Educativa; Prometeo 4; 1-2013; 21-50
Bourdieu, P., Passeron, J. C. (1964). “La
elección de los elegidos”. Los herederos: los estudiantes y la cultura. Buenos
Aires: Siglo XXI.
Alliaud, A.
(2017). “Sobre la enseñanza: recuperar la perspectiva del oficio”. Los
artesanos de la enseñanza. Buenos Aires:
Paidós.
UCA (2017). Manual
del futuro docente. Buenos Aires.
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