miércoles, 12 de diciembre de 2018

Autobiografía Escolar


Profesoras: Miriam Liliana Gómez, Andrea Naredo, Marianela Renzi
Unidad curricular: Práctica Educativa I: Experiencia social en las organizaciones de la comunidad: Escuela y aulas.
Fecha: 8/9/2017

Mi Autobiografía escolar
A los tres años fui a una guardería en el pueblo cercano al campo donde vivía. Si bien no era un espacio educativo, me acuerdo de una señora que venía con su guitarra y nos enseñaba canciones que iban acompañadas de un baile (“Un tallarín”, “Al agua pato”, entre otras). Era una persona muy sonriente y parecía decir todo siempre cantando. De esta manera creaba un clima en el aula muy alegre y hacía que tareas como guardar los juguetes sean más llevaderas.
A los cuatro años fui al jardín Guido Spano donde teníamos una maestra a cargo del curso y una maestra de inglés (mi mamá) que venía de vez en cuando. Esto nunca me generó incomodidad ni me trajo problemas. Las clases eran divertidas porque eran distintas a lo que estábamos acostumbrados a hacer: solían basarse en escuchar canciones de un casette y juntos seguir una coreografía simple que ayudaba a memorizarla.
Volví a Buenos Aires a hacer el preescolar en el Maryland, jardín del Palermo Chico, para prepararme para el colegio. Era extremadamente tímida porque no quería que se note mi “tonada cordobesa”. La maestra de inglés le dejaba los libros a mi mamá para que revise los contenidos conmigo porque ella no podía saber si yo sabía o no. Me encariñé mucho con esa maestra porque era muy afectiva y me hacía sentir tranquila. Cuando me sentía incómoda con mis compañeros siempre aparecía y les pedía que no me molestaran. Durante las vacaciones junté pedazos de oreja de terneros en un cuerno para regalárselos a ella. Cuando vio mi regalo casi se infarta pero supo disimularlo y fingir estar agradecidísima porque sabía que para mí significaba mucho. Tenía una manera especial de llevar nuestras vidas al aula, especialmente porque ella también lo hacía. Cuando nos contó que iba a casarse actuamos la entrada a la Iglesia entre todos. Su manera de premiarnos era simple pero original: nos dibujaba una carita feliz en el dedo, y nosotros nos llenábamos de orgullo mostrando nuestros dedos al resto. Además, al ser el primer año doble turno, nos dejaba descansar un ratito después de almorzar, y pasaba haciéndole mimitos con un pincel a cada uno. Cuando llegaba la hora de irnos, nos ayudaba para que cada uno se pueda poner el abrigo solo (apoyándolo primero en el piso).

Empecé la primaria en el Michael Ham, el colegio al que también fue mi mamá. Mi primer maestra de inglés era una señora grande pero con mucha energía. Era muy expresiva y efusiva. Teníamos un momento en las clases en el que íbamos a la alfombra al final de la clase y simulábamos un viaje al “país de las letras”. Cada día trabajábamos una letra distinta, para eso había un personaje que se llamaba con esa inicial (“Lucy Lamp, Annie Apple, Eddie Elephant”) y una canción. La escuchábamos hasta aprenderla y luego buscábamos palabras que empezaran con esa letra. Era muy emocionante hacer esta actividad porque la maestra creaba misterio y despertaba nuestro interés.  Cuando teníamos una buena actitud (como formar en fila antes de que nos lo pida), ponía su mano en su pecho y nos mostraba “lo fuerte que latía su corazón” de lo orgullosa que estaba de nosotras (lo cual nos hacía sentirnos así a nosotras también).
En segundo grado tuvimos una maestra en castellano que era grande, petisa y con carácter fuerte pero con mucho sentido del humor. A veces llevaba un martillo de juguete para llamar la atención a las que se distraían. Personalmente no tuve un vínculo muy fuerte con ella pero recuerdo un momento en el que estaba frustrada porque no me salía una división y era la última en terminar. Se acercó a ayudarme y se dio cuenta de que era porque no sabía las tablas. Me ayudó a terminar la cuenta con la condición de que las repase para la clase siguiente.
Una maestra con la que me encariñé mucho fue la maestra de inglés de tercer grado. Fuimos sus primeras alumnas y se notaba todo el empeño que ponía en su trabajo. Era muy pacífica, raras veces levantó la voz. Repetía las explicaciones hasta que todas lo comprendían. Una vez trajo a otra maestra para explicar un tema porque sabía explicarlo mejor que ella. Además, nos demostraba mucha preocupación por nuestra vida personal. Como al año siguiente nos mezclaban de clases, nos hizo un video a fin de año con fotos de nuestra trayectoria juntas para que nos quedemos de recuerdo.
La profesora de inglés de cuarto grado parecía siempre malhumorada porque tenía un modo muy irónico de hablar. Yo no tenía problemas con eso pero muchas de mis compañeras no se sentían cómodas. Sin embargo, era una maestra muy dedicada, que siempre buscaba crear propuestas para involucrarnos. Para la semana del libro, hicimos una canción entre todas con lo que significaba ese evento para nosotras y lo presentamos en la asamblea al resto de primaria. En otra ocasión, hicimos nuestro propio tomo de la colección que veníamos leyendo ese año incluyéndonos en la historia (hasta en la tapa). A fin de año nos sorprendió a todas sensibilizándose y agradeciéndonos por todo el recorrido. Nos hizo un pedido que no pareció gran cosa al principio pero que tuvo sentido más tarde: que nunca dejáramos de saludarla cuando la viéramos.
En quinto grado tuvimos una profesora muy particular, no por su modo de enseñar, sino por sus enseñanzas en sí. Esta maestra buscaba que aprendamos más allá de los contenidos curriculares. Una vez nos pidió que separemos los bancos para una “prueba sorpresa”. Esta prueba tenía consignas parecidas a los temas que habíamos visto pero otras que pedían por ejemplo “dibujar un corazón”. La última consigna decía: “no hacer los puntos número…” Su fin era que aprendamos a leer siempre la prueba antes de empezarla. En otra ocasión, nos vio frustradas y organizó una “quema de los NO PUEDO…” (literalmente) para transformarlos en “voy a poder”. Además, estaba muy pendiente de que estemos bien. En un trabajo en grupo tuvimos un problema de desacuerdo pero se acercó para ayudarnos a resolverlo. Sin embargo, fue la maestra que más nos hizo trabajar la libertad e independencia. Nos dejaba ir al baño sin pedir permiso porque alegaba que confiaba en nuestro criterio para elegir el momento indicado. Con ella di mi primera clase: cuando hice los ejercicios del día que estuve ausente me adelanté a un tema que aún no se había dado por lo que me pidió que lo prepare y lo expliqué frente a la clase. Me felicitó por lo claro que había sido y eso me dio mucha confianza en mí misma. Asimismo, velaba por la integración de todas. Los bancos estaban distribuidos en dos “U”s (una más grande y otra adentro) y nos mezclábamos todos los lunes para poder sentarnos con distintas compañeras. Por supuesto, también dejaba que elijamos los nuevos lugares confiando en que no íbamos a quedarnos siempre con nuestras más amigas.
En Science teníamos una profesora que enseñaba en secundaria. Si bien sus clases eran muy vivenciales y hacíamos muchos experimentos, no tenía paciencia y se enojaba muy fácil.
Durante los seis años, tuvimos una materia que se llamaba “Biblioteca”. Cada semana retirábamos un libro y una chica por clase relataba el que había leído. Teníamos un bingo para completar con distintos géneros literarios. Al final de la clase la maestra nos leía un cuento a todas. Las encargadas de esta materia eran siempre muy apasionadas e incentivadoras de la lectura.
Otra materia que tuvimos fue Formación General. La maestra era una señora muy grande, petisa, de voz muy bajita. Nos pedía que expliquemos un artículo del diario por clase para estar informadas de la actualidad pero la mayoría de la clase hablaba ella. No le teníamos mucho respeto y nos gustaba hacerle bromas porque nos resultaba “divertido” que pierda la paciencia.
En sexto grado tuvimos tres maestras en castellano para empezar a acostumbrarnos a secundaria. La maestra de Prácticas del Lenguaje era una señora alta y muy estricta. Siempre nos hablaba de cómo iba a ser cuando estuviéramos en secundaria. A pesar de esto, era muy paciente y estaba disponible a cualquier duda o ayuda que necesitáramos. La profesora de Ciencias hablaba muy bajo y no imponía mucho respeto en el aula, pero era muy apasionada con su materia y siempre buscaba la manera de transmitirlo a nosotras. Proponía actividades que nos involucraban en el proyecto. En Naturales hicimos un esquema del cuerpo humano pero de tamaño real (dentro de nuestra propia silueta). En Sociales creamos y representamos una entrevista con distintos próceres argentinos. La maestra de Matemática también era muy apasionada por su materia, pero tenía un mal modo que no nos generaba confianza para presentarle nuestras dudas porque las respondía de mala manera (“¿pero qué es lo que no entendés?”, o “¿cómo que todavía no saben eso?”).
Estas tres profesoras trabajaban mucho en conjunto. Nos hacían sentir importantes de ser las más grandes de primaria y responsables de las más chicas. Muchas veces nos pedían que contribuyamos en las organizaciones de los eventos y que seamos el ejemplo de los demás. Ese año tuvieron su retiro, por lo que dijeron algunas palabras en la misa de fin de año. Nos agradecieron por todo lo compartido pero además, (y lo que a mí más me emocionó) contaron lo gratificante que era el trabajo docente.
En secundaria tuve muchas profesoras y muy diferentes. Una maestra que puedo rescatar es una de catequesis que sabía cómo tratar a cada una. No quería dar la clase ella sola sino que buscaba primero lo que sabíamos nosotras y a partir de ahí se iba construyendo el conocimiento. Dedicaba mucho espacio a saber cómo estábamos y cuáles eran nuestras inquietudes. Personalmente acudí muchas veces a ella porque me hacía sentir escuchada y tenía los mejores consejos, hacía que todo parezca más simple de lo que era. Además, era de las pocas profesoras que no nos trataba como inferiores, sino que respetaba nuestra edad y experiencias y nos hacía sentir valoradas.
En Economía tuve una profesora que parecía sonriente pero que se enojaba fácil y empezaba a hablarnos de mal modo. Para explicar los temas nuevos ponía videos en Youtube previamente seleccionados, pero raras veces era ella la que daba explicaciones. Tuvimos un mal episodio cuando acudimos a la directora para hablar de lo que nos estaba pasando con sus clases; se enojó porque no lo habíamos hablado con ella antes. Hicimos un trabajo en grupos muy interesante que implicaba crear nuestro propio emprendimiento en el colegio para juntar dinero para una donación.
Una profesora muy particular fue una de Matemática. Llevaba muchos años enseñando y siempre en el colegio por lo que era muy respetada en la institución. Era petisa, muy flaca y tenía mucho carácter. Era de esas personas que siempre están haciendo algo. Su objetivo siempre era que entendiéramos las razones por las cuales hacíamos cada paso matemático. Sostenía que debíamos tener bases sólidas para construir cualquier conocimiento, y que aprender de memoria no servía. Hablaba mucho de sí misma y decía que ella nunca se equivocaba. Quería que entendamos que nunca debíamos dejar de intentar y aspirar a más. 
Las profesoras de Ciencias Sociales solían hablar durante toda la clase, de vez en cuando mostrar videos relacionados a los temas y luego evaluar con preguntas para desarrollar. Solamente una buscaba que aprendamos a relacionar los conocimientos y a ver la información más allá de lo que estaba expreso, pero era muy estricta y no disfrutábamos la materia de esa manera. Una que sí supo transmitirnos su curiosidad por la Historia fue una profesora muy divertida que también era de Teatro. Ella sostenía que cada una tenía una forma diferente de aprender y que eso no solo había que tenerlo en cuenta sino que también había que valorarlo. Muchas veces hacíamos trabajos en grupos para recrear un tema de distintas maneras  (canciones, actos, maquetas, etc). Sus clases eran muy dinámicas y lograba mantenernos atentas. Jugaba con su voz y se movía por el aula. Algunas veces nos hacía actuar a medida que íbamos leyendo un texto. En una evaluación descubrió a una alumna preguntando una respuesta a otra y le ordenó que abriera el libro y se fijara la respuesta. Le dijo que eso seguro que no se lo iba a olvidar de ahí en adelante. Siempre nos contaba que ciertas cuestiones le quedaban pendientes para cuando muriera y se encontrara con las grandes personas en el Cielo.
En Música tuve una profesora que era muy seria y exigente. Sus clases eran teóricas y rápidas, y no le gustaba repetir lo que ya había dicho. Controlaba que tuviéramos las carpetas completas y nos tomaba evaluaciones integradoras. Tuvimos un evento en el que, ante nuestra poca capacidad de organización, nos asignó a cada una lo que íbamos a hacer. Se enojó cuando le hicimos reclamos a la directora por eso y nos habló de muy mala manera.
En Ciencias Naturales tuvimos una profesora que era muy seria pero que era muy paciente y muy buena para explicar. Sus pruebas eran de las más temidas porque las preguntas eran muy específicas y no dejaban temas sin abarcar. Era muy justa evaluando y tenía en cuenta nuestra conducta y actitud en clase.
En Inglés tuve una profesora  muy petisa y con rulos. Era muy exigente y de mucho carácter. Era paciente para explicar pero no permitía ni palabras que no sean en inglés ni faltas de respeto. Sin embargo, siempre se interesaba por nuestras situaciones personales, como viajes, elección de carreras, exámenes. Era una mujer de mucha Fe, siempre daba lugar a preguntarnos por nuestras experiencias en retiros y ocasiones del estilo.
Stella Maris, fue una de mis profesoras de Lengua. Tenía mucho carácter y no permitía ni la más mínima falta de respeto. Nos exigía tratarla de “usted” y era muy estricta en cuanto a tareas y prolijidad. Sin embargo, era extremadamente atenta a cada una y al grupo. Sabía dejar de lado la currícula para tratar temas necesarios del momento (como preocupaciones, noticias de la actualidad, entre otras). Además, durante mucho tiempo fue la “profesora de enlace” de mi curso por lo que cada tanto nos sacaba de clase para charlar con nosotras y escuchar inquietudes. En una ocasión notó la preocupación del curso por lo que nos sentamos en una ronda en el piso para hablar entre todas. Nos contó su propia experiencia y nos dio consejos que en su momento no nos cayeron de la mejor manera porque no era lo que queríamos escuchar, sino que era la pura realidad. Esta profesora tenía el don de la palabra, siempre sabía causar el efecto que quería en nosotras. Sus agradecimientos a fin de año siempre fueron los más emotivos y movilizantes.



Análisis del rol docente a través de los conceptos abordados en clase por los distintos autores. 

La docente era profesora de Historia y Teatro en la secundaria del colegio Michael Ham. La escena representada ocurrió en el aula de 2°C en el año 2012 durante el horario curricular. La profesora llegó tarde, lo cual puede interpretarse como una falta de compromiso. Sin embargo, a lo largo de la clase demostró que puso “(…)en ello toda su energía; para comunicarle [al alumno] los saberes y los saber hacer más elaborados(…)” (Alliaud, 2017). Además, rfleja enseñanzas que van más allá de los contenidos curriculares ya que busca que los alumnos aprendan a estudiar la materia e interioricen los conceptos. Esto se puede comparar con el “(…)aprendizaje para formarse siempre(…)” (Perkins y Salomón, 1998) del cual habla Davini (2015, p. 38). Como plantea Litwin (2008. p20), la docente busca “(…)enriquecer la vida más allá de los límites del aula(…)”, transmitiendo su interés por la materia y buscando distintas maneras para facilitar su aprendizaje. En adición, la profesora no busca que reproduzcan sus enseñanzas, ya que, como plantea Alliaud (2017, p.44), “(…) la obra y el obrar educativo implican ceder, entregar, incluso regalar al otro, sometiéndose al juicio que pudieran hacer los demás(…)”. En esta escena, se ve como es capaz de plantear una propuesta que abarque lo mismo para todos pero respetando y valorando las individualidades de cada uno. Como explica Alliaud (2017, p. 54), “(…)para asegurar la liberación/emancipación de las personas, hay que procurar un trabajo basado en la heterogeneidad, en el reconocimiento de las diferencias que ellas presentan, sin abandonar la transmisión de lo que constituye lo común, lo que nos une e iguala a todos(…)”. Sus experiencias en otros campos (teatro y dramatización) se ven reflejados en su forma de enseñar. Como describe Anijovich (2008, p. 88), “(…)…estas instancias condicionan las elecciones de temas y la forma de abordarlos, así como la naturaleza de las explicaciones e interpretaciones que de ella se hagan.” Como conclusión, la profesora enseña Historia de manera que cada uno pueda construir la suya. Como expresa Alliaud (2017, p.44), es una educadora que persigue “(…)la emancipación de las personas que han sido confiadas, la formación progresiva de su capacidad de decidir por ellas mismas su propia historia (…)”.


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